Cuando Paula Spinatelli cursaba la Licenciatura en Diseño Industrial y llegó el momento de la materia Proyecto Integrador —donde cada estudiante debe trabajar con una necesidad real de una empresa real—, tenía bien claro algo: “Quería trabajar para los niños con discapacidad, quería que mi proyecto mejorara su calidad de vida”.
Tomó como caso a Thiago, el hijo de unos amigos de la familia. Se propuso buscar cómo era el día a día del niño con discapacidad, trabajando con el entorno de Thiago: primero se enfocaron en sus actividades cotidianas, como bañarse, comer, distintas cosas del día a día en su casa. “Thiago, al igual que Jazmín —quien inspira la fundación, una niña de 13 años con una discapacidad severa—, tiene hermanos: todos sus hermanos podían ir a jugar a la placita pero Thiago no. Al igual que Jazmín”.
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Así fue como Paula empezó a pensar en juegos que pudieran ser utilizados por todos los niños. Y así fue como llegó a Fundación Jazmín.
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El primer contacto con Fundación Jazmín
Cuando yo empecé a buscar cómo poder trabajar en espacios inclusivos, juegos accesibles y demás, me topé con el proyecto de Fundación Jazmín. Nadia y Fabián —presidentes de la Fundación y padres de Jazmín— lo que querían hacer era eso: que su hija pudiera disfrutar de su infancia.
Desarrollaron Plaza Portugal, en el corazón de La Blanqueada, que es la primera plaza accesible e inclusiva del Uruguay.
Me puse en contacto con ellos y tuve una reunión por Zoom con Nadia: les conté qué estaba estudiando, qué me gustaría hacer y en qué me podrían ayudar ellos. Tuvimos un ida y vuelta bárbaro y empecé a trabajar con la Fundación.
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El diseño en Proyecto Integrador
Fueron cuatro juegos, como una plaza.
Luego yo presenté el proyecto final de carrera, ellos siguieron con su trabajo en la Fundación y, en un momento, me llamó Nadia para saber si me interesaba unirme a la Fundación, para hacer un poco de todo: un poco de comunicación, un poco de diseño, ir viendo en qué me sentía cómoda; le dije que sí, claro.
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La propuesta de la Fundación
En ese momento la Fundación no tenía empleados, eran Nadia y Fabián, los padres de Jazmín. Fabián es dueño de un estudio de arquitectura, donde los arquitectos y demás empleados colaboraban honorariamente. Pero no había nadie que se dedicara solamente a la Fundación, que es el rol que estoy cumpliendo yo.
Cuando yo entré había muchos proyectos en agenda y uno era en el Jardín Botánico. En 2019, la Fundación hizo un concurso de ideas para juegos en plazas y querían usarlo para el proyecto que la Intendencia de Montevideo había pedido en el Jardín Botánico. Me propusieron a mí hacer la dirección de obra y replantear un poco los juegos, darles una vuelta de tuerca.
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Hamacas inclusivas en Uruguay
Una hamaca inclusiva no es una hamaca accesible, donde se puede subir la silla de ruedas. En la hamaca inclusiva se puede hamacar cualquier niño, con o sin discapacidad, al chico en silla de ruedas se lo puede sacar de la silla y subirlo a la hamaca, sacándolo un poco de la realidad que vive día a día con su silla.
A su vez, permite remarcar que todos nos podemos hamacar juntos, un adulto con un niño, dos niños; da una inmensidad de posibilidades y por eso nos parece que es el juego inclusivo por excelencia: es el juego que queríamos utilizar para difundir este mensaje.
Paula Spinatelli hizo el seguimiento y dirección de obra, no el proyecto del espacio en sí. “Lo primero que diseñé para la Fundación fue un soporte móvil de tres hamacas inclusivas (las hamacas circulares, tipo nido)”. La idea de este soporte es tener la posibilidad de trasladarlo a diferentes lugares y eventos, “por ejemplo armar un stand de la Fundación donde los niños se puedan divertir y que los adultos puedan conocer esas hamacas y su importancia”. La diseñadora comentó que el soporte simula un árbol rosado, el color emblema de la Fundación.
A la hora de diseñar los juegos en sí, teniendo en cuenta la accesibilidad, es importante no perder de vista que “un juego muy cerrado, muy complejo, donde un niño en una silla de ruedas no se puede acercar” ya implica una limitación. Entonces se realizaron juegos “lo más simple posible, que se puedan recorrer en diferentes sentidos, fáciles de acceder, fáciles de subir, de bajo mantenimiento y de bajo costo”, teniendo en cuenta que van a estar ubicados en el espacio público.
En el Jardín Botánico también se diseñó un escalador adaptado: lo que se hizo fue agregar unos centímetros más de altura —que, incluso, al niño que está escalando le divierte— para que los niños en silla de ruedas —o los niños que no quieren escalar— puedan pasar por abajo y seguir jugando, no quedar por fuera.
El mensaje que queremos difundir es que, si podemos colgar una hamaca común, por qué no podemos colgar una hamaca inclusiva.
“Dejando de lado los juegos, es muy importante también —aunque no es imprescindible— que si lo único que se puede colocar es una hamaca inclusiva, nosotros preferimos que coloquen la hamaca, aunque el piso no sea el adecuado o que no estén las rampas, pero que el derecho al juego no se le prive a ningún niño”, explicó la diseñadora.
¿Qué significa para vos como diseñadora haber logrado este espacio en el Jardín Botánico?
Cuando entré en la Fundación no me imaginaba ser parte de un proyecto como este. Si bien yo no hice todo el proyecto, diseñé algunos de los juegos que están en la obra.
Uno como diseñador a veces se centra en diseñar el juego y otra persona hace todo el resto del proyecto; pero el poder involucrarme en ver que sea accesible, en que los materiales sean los indicados, en poner bancos en la plaza que no dificulten el acceso, en que hay un espacio de juegos “viejos” a unos metros del nuestro y lograr generar un camino para que se conecten… Fue una experiencia increíble que no pensé que me iba a tocar hacer ni que la iba a poder llevar adelante, así que estoy más que agradecida con la Fundación.
¿Cómo te ayudó tu preparación en ORT para llevar adelante este desafío?
La facultad fue la que me abrió las puertas a poder estar trabajando donde estoy. La Fundación no estaba lanzando un llamado de trabajo, sino que fue surgiendo por esta llamada que le hice yo a Nadia.
En la facultad me preparé en todo lo que es hacer juegos, materiales, saber de láminas técnicas y saber un poquito más de cada cosa.
Fabián, mi jefe, es director de Kopel Sánchez y yo estoy pudiendo hacer trabajos de plazas en edificios suyos. A veces tengo que saber algunas cosas de arquitectura y demás, que las puedo llevar adelante por herramientas que aprendí en la carrera, el uso de programas de diseño 3D y demás, que si no hubiera tenido esas oportunidades de experimentar con programas y tener que hacer productos durante la carrera, no sé si hoy podría llevarlas a cabo.
¿Qué expectativas tenés para el futuro?
Por ahora pienso seguir en la Fundación Jazmín, tratando de llevar este mensaje de hacer un Uruguay inclusivo. Seguir trabajando en esto, en hacer espacios para todos, de mejorar la calidad de vida a la gente, no solo de poner la hamaca; a veces voy al Botánico y me siento a trabajar ahí mientras están los obreros y demás, y se me acerca una vecina a decirme qué lindo lo que están haciendo, era lo que necesitaba el lugar, ahí empezás a explicar por qué la hamaca es fundamental y la gente te dice, “¿no se podrán cambiar las hamacas comunes por hamacas inclusivas?”.